jueves, 5 de octubre de 2017

¿A qué se está esperando?

Como español de a pie, no me explico a que espera el gobierno para poner fin de una vez a esta locura. Si de verdad esperan que los golpistas vayan a dar marcha atrás, nuestro gobierno es más ingenuo de lo que cabría esperar.
Los delincuentes de la generalidad (porque a quien comete un delito se le llama delincuente y estos rufianes ya han cometido unos cuantos) siguen inmersos en su delirium tremens independentista, en su viaje a ninguna parte, y de ahí no se van a mover. De hecho, y ya lo han anunciado, es cuestión de días, probablemente el Lunes, que proclamen la independencia.
Ante semejante sinsentido sólo cabe una respuesta, adelantarse a ellos, tomar la iniciativa y hacer imperar el orden y la Ley de una vez por todas. Es cierto que no tienen el respaldo total del PSOE (como cualquier persona con dos dedos de cordura habría esperado de un partido con tantos años de gobierno a sus espaldas), y que para los socialistas parece más importante en momentos tan graves como estos reprobar a la vicepresidenta que frenar a esa banda de delincuentes instalada en el gobierno catalán (luego volverán a montar su circo particular cuando las urnas les vuelvan a dar otro palo monumental). De Podemos ni hablamos, esos sí que están demostrando no ser más que una banda de patio de colegio (y pensar que con su aparición muchos llegamos a pensar que por fin  estaba naciendo la alternativa que tanto deseábamos)
Pero han recibido el respaldo total y rotundo del Rey, y ayer mismo del parlamento europeo, y por si eso fuera poco tienen el respaldo también de millones y millones de españoles (muchos de ellos catalanes) que no queremos ver como España se rompe en pedazos.
Es el momento pues de dejarse de incertidumbres, de cuentas electoralistas y de gaitas, y actuar. Meter en la cárcel al gobierno catalán puesto que han cometido los delitos de sedición y alta traición al estado, disolver a los mozos de escuadra (convertidos en el hazmerreír por su bochornosa actuación) por traición, tomar el control, aplicar el artículo 155 de nuestra Constitución e imponer el estado de derecho y la democracia.
Sí, la democracia, porque la democracia no consiste en adoctrinar a los niños en las escuelas, en acosar a las fuerzas de seguridad y sus familias, ni en ignorar y humillar a los catalanes (que por cierto son mayoría) que no piensan como ellos. Eso sí que son prácticas fascistas y represivas.
A Puigdemont le ha salido el tiro por la culata, lo del Domingo fue un espectáculo esperpéntico, no han encontrado el respaldo internacional que esperaba tras la manipulación mediática de lo sucedido el pasado Domingo (menudo paripé) y las primeras empresas han empezado a volar de Cataluña, entre ellas una tan importante como el Banco Sabadell. Pero aún así no dará su brazo a torcer, sabe que ha perdido, pero piensa morir empeñado en su fanatismo, sin importarle ni siquiera la gran fractura que ha provocado entre la propia sociedad catalana.

Así que insisto, ¿a qué se está esperando para actuar?

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