Ante una imagen como la de ese
niño sirio es imposible no sentirnos conmovidos y que se despierten en nosotros los
sentimientos más solidarios y fraternales posibles. Pero arriesgándome a ser
linchado, voy a ser abogado del diablo.
En nuestro país el paro, la pobreza
y el hambre campan a sus anchas entre los sectores más desfavorecidos de la
sociedad. y a veces uno tiene la sensación de que lo tenemos tan asumido que
nos acaba pareciendo menos grave de lo que es, tan asumido que ni siquiera es
noticia ya en los telediarios.
Aylan se ha convertido en un
icono porque ha aparecido en todas las televisiones del mundo, pero en España,
sí en España, igual mucho más cerca de nosotros de lo que imaginamos, miles de
niños pasan hambre todos los días o tienen que esperar que la cruz roja les
reparta material escolar para poder ir al cole o que abran los comedores
escolares para poder comer. El año pasado, el hijo de una amiga mía no fue al
colegio los ocho primeros días de clase, hasta que su madre pudo comprarle unos
zapatos, porque se avergonzaba de que su hijo tuviera que ir con unos zapatos
por los que asomaba la punta de los dedos.
No, no voy a decir que no debamos
ejercer la solidaridad con los refugiados sirios, pero no deja de resultar
paradójico que acojamos a los refugiados mientras seguimos desahuciando a los
nuestros. Pero claro, para ir de progre y de izquierdas en este país, hay que
ser solidario con el tercer mundo y estar a favor de la independencia de
Cataluña, vamos hay que ser chupiguay, aunque ese tercer mundo lo tengamos cada
vez más dentro de nuestro propio país. De lo contrario, eres como mínimo un
retrógrado, eso si no te acaban tachando de nazi y vete tú a saber que otras
barbaridades.
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